lunes, 14 de abril de 2014

LONDON, MY LOVE

Quería pediros disculpas por no haber actualizado antes, pero tenía esperar más tiempo para concentrar más historias en la misma entrada. Ayer os prometí que la iba a subir por la noche, pero me fui al cine a ver El Grand Hotel Budapest y no me dio tiempo. La película me encantó, os la recomiendo.

Hoy he cumplido un mes en Oxford y no puedo estar más contento: estoy haciendo un montón de nuevos amigos de todas las partes del mundo y percibo que estoy mejorando bastante mi inglés. También quería comentaros que me he rendido en mi batalla contra los camareros de Starbucks y cuando me preguntan el nombre digo Robert o Harry, dependiendo del día. 


Obviamente he estado en Londres. He pasado los tres últimos fines de semana allí y cada vez que voy me enamoro un poco más. 

PRIMER SÁBADO EN LONDRES

Para llegar tengo que coger un autobús en Oxford y tragarme un viaje de casi dos horas. El bus termina su recorrido en Victoria Station, una de las estaciones más céntricas de la ciudad. La primera vez viajé con cinco amigos más, así que bajamos por Oxford Street (es la calle en la que se concentran todas las tiendas conocidas, así que imaginaos lo concurrida que está siempre…) para llegar a Picadilly Circus y contemplar la escultura de Eros… ¿Y LA ESCULTURA? Pues está en obras…  que un andamio enorme la cubre, estropeando el contraste entre esta y las enormes pantallas publicitarias. Por lo menos pude ver la plaza en todo su esplendor en 2010, así que no me preocupo. Después de esta pequeña decepción, continuamos hacia Trafalgar Square, uno de mis sitios favoritos en Londres. Afortunadamente los cuatro enormes leones que custodian la columna de Nelson siguen allí. Desde aquel lugar se puede ver al protagonista de la ciudad, el famosísimo Big Ben. No podemos contenernos y nos hacemos una “selfie” (la palabra de moda) con la gran torre del reloj del Parlamento británico. Metí la mano en mi bolsillo y mi ticket del bus de vuelta a Oxford había desaparecido. Lo busqué por todos lados pero no aparecía. Me entró un pequeño parraque pensando en tener que pagar un billete entero solo por un despiste. Pero decidí olvidarme y disfrutar mi día sin preocuparme…


Era la hora de comer y les dije a mis amigos que mi amiga Laura trabaja en un restaurante italiano cerca de Hyde Park. Decidimos movernos hasta allí para hacerle una visita y comer unas pizzas. Laura nos atendió con mucha profesionalidad y nos contó que Mourinho es un habitual del restaurante. Laura salía del trabajo a las tres, así que esperé para dar una vuelta con ella. 


Fuimos al magnífico Harrods, situado en una de las mejores zonas de Londres. En las aceras cercanas esperaban aparcados a sus “pobres” dueños Ferraris de terciopelo negro, Rolls Royces y Lamborghinis. Tomamos un café en un banco y nos movimos a Westminster a grabarle una felicitación de cumpleaños muy especial a Álvaro, nuestro amigo en común. Así acababa mi primer día en Londres. Volviendo a la parada del autobús me acordé del billete de vuelta. Recé un poco a San Cucufato y miré en mi cartera. Ahí estaba el billete, San Cucufato es infalible.

SEGUNDO SÁBADO EN LONDRES

Tras una feliz semana en Oxford, me subí por segunda vez en el autobús para volver a la capital. Esta vez no iba acompañado debido a que quería terminar de ver lo que me quedaba de ciudad por mi cuenta. Me bajé en Victoria y en poco tiempo llegué al Big Ben. Por si no hubiera sido suficiente con la primera vez, me volví a hacer una “selfie”. Da igual las veces que vaya, el Big Ben es más inglés que la Reina y siempre tengo que visitarlo. Crucé el Tamesis y me situé debajo del impresionante London Eye. Debajo de la impresionante estructura comprendí por qué se llamaba así. La gigantesca noria era el “Gran Hermano” de la ciudad, nada se escapa de su vista. Continué mi camino por la orilla del rio hasta que llegue al Millenium Bridge, diseñado por el gran Sir Normal Foster. Al final de este, la imponente cúpula de St. Paul’s Cathedral (otro de mis edificios favoritos de la ciudad) se erige con firmeza. Llegué al mítico Tower Bridge y cambié de orilla de nuevo, atravesé la City Londinense y después de una buena caminata llegué a Covent Garden. Escuché aplausos y me adentré en el antiguo mercado. Dentro, dos cantantes de ópera entonaban la conocida “Tonight” de West Side Story mientras bailaban agarrados. El hombre tenía un excéntrico bigote al más puro estilo de Dalí y la mujer llevaba unas pintas de… cantante de ópera? 

Me senté en una de las cafeterías para comer algo pero nadie me atendió. Así que me fui a comer un trozo de pizza a Leicester Square, la plaza que suele albergar todas las premieres de cine de las películas más conocidas internacionalmente. Sentado en un banco pude observar la cantidad de gente diferente que se puede congregar en un mismo sitio. A nadie le importa lo que piense la gente sobre su pelo, forma de vestir, tatuajes… Londres es un auténtico zoo. Lo que no tenía claro era qué animal era yo.

Caminé un poco y volví a Harrods. Tenía que entrar y dar una vuelta por el gran centro comercial para comprobar si su lema, «Omnia Omnibus Ubique», que significa algo así como “Todo para todo el mundo en todas partes”, se cumplía. Me adentré y bajé por la “Escalera Egipcia” hasta el monumento conmemorativo de Dodi Al Fayed y Diana de Gales: un gran altar con sus fotografías, la copa de la que bebió Diana en su última cena en el Ritz de París y un anillo de diamantes, regalo de compromiso de Dodi a la ex-princesa. La historia de la persecución de los paparazzi y el posterior accidente de coche siempre me ha intrigado y considero a Diana una auténtica “mártir de la fama”. Subí las escaleras mecánicas y me perdí por el resto de las plantas. Pensé en tomarme un té en el Café Florian de Harrods, pero al ver que costaba 40 libras la taza rechacé la idea. 

TERCER SÁBADO EN LONDRES
Todavía tenía una deuda pendiente con Londres: visitar la National Gallery. Volví con mis amigos y nos adentramos en el museo gratuitamente. No entendí que el museo tuviera tantos cuadros de los monarcas españoles pintados por Velázquez, deberían estar en el Museo del Prado. La verdad es que me esperaba un poco más de la pinacoteca londinense, pero contemplar obras maestras como La Venus en el Espejo, el Matrimonio Arnolfini o los Girasoles de Van Gogh en vivo y encima gratis siempre es un placer. Al salir, nos fuimos a Oxford Street a comprar y volvimos a casa.


No va a ser la última vez que vuelva a Londres (obviamente) porque mis padres y mi hermana vienen a visitarme este miércoles! Isibichi y yo tenemos planeado hacer un video… Así que espero que podais disfrutarlo en la próxima entrada. ¡Muchas gracias por leerme!

PD: El otro día mi clase de vocabulario se basó en PALABROTAS y PALABRAS MALSONANTES. La aproveché muy bien.




PD2: El otro día hicimos una barbacoa




PD3: Mis habilidades culinarias van mejorando con el paso de los días. Lo último que he hecho ha sido mi PRIMERA TORTILLA DE PATATA! Me salió riquísima (aunque un poco deforme)