EL TÉ DE LAS 5
Fin de mi primera semana en Oxford.
CHRIST CHURCH COLLEGE
Terminamos nuestra bebida en la cafetería de Blackwell’s y salimos a Broad Street. Afortunadamente había dejado de llover y la blanca luz del sol se reflejaba en los charcos de las aceras, provocando un efecto casi cegador. Miramos al cielo y pudimos descubrir un gran arcoiris encargado de coronar la ciudad debido a la bipolaridad del tiempo. Cruzando la calle casi fui arrollado por un taxi debido a mi distracción con el cambio de circulación en Gran Bretaña. Después del susto pensé en comprarme un chaleco reflectante en Poundland, seguro que me es útil.
Decidimos visitar el Christ Church College, uno de los más grandes de Oxford. Cuenta con un inmenso patio tapizado con un verdísimo césped y con una de las torres más altas de la ciudad. Dos caminos de grava se cruzan perpendicularmente en el patio, y en el cruce de ambos una gran fuente circular culmina la decoración del precioso jardín. Rodeamos el edificio para entrar por la puerta de turistas. El interior del college es simplemente espectacular: visitamos su capillas y más adelante las ESCALERAS en las que se rodó la primera película de Harry Potter (para los fans de Harry Potter, las escaleras en las que Neville encuentra su rana antes de entrar con el Sombrero Seleccionador). Le pedí a mis amigos que me hicieran mil fotos, estaba verdaderamente entusiasmado. Pero lo mejor se encontraba a escasos metros de las escaleras: el Gran Comedor (también conocido por los fans de la película) se encontraba traspasando la puerta. Se trata de una gran sala abovedada de planta rectangular, amueblada con cuatro larguísimas mesas que ocupan todo el comedor. Las paredes se encuentran cubiertas con retratos de personalidades ilustres del College de todas las épocas, que parecen vigilar día y noche a los estudiantes que comen en él. Después de hacerme mil fotos más en el Comedor, salimos al exterior para rodear el patio y salir finalmente del castillo.
LAST FRIDAY NIGHT, T.G.I.F
Mi primer viernes en Inglaterra había llegado y por ello había que celebrarlo por todo lo alto. Mis amigos del piso me pidieron permiso para invitar a algunos amigos esa misma noche a casa, así que yo también avisé a los míos. Acostumbrado a las fiestas españolas que empiezan a las 12 o 1 de la noche, me extrañó que la hora de quedar fuera a las 8 de la tarde. Así que terminé de merendar y me vestí para la ocasión. Eran las 8 en punto y los anfitriones estábamos preparados en los sofás del salón. Pasaron cinco minutos y nadie había llamado a la puerta. Pasaron quince, veinte, veinticinco… Yo ya había asumido que a lo mejor no éramos lo suficientemente interesantes y a nadie le apetecía venir a nuestro piso. De pronto llamaron a la puerta. Me acerqué a abrir y una amiga suiza me saludó con una caja de botellines de cerveza. Le devolví el saludo y nos sentamos con los demás. Empezamos una conversación bastante aburrida sobre los horarios en Gran Bretaña y volvieron a llamar al timbre. Un cuarto de hora después en el salón de mi casa había más de cuarenta personas gritando, bebiendo y bailando. Miré por encima de las cabezas y me sentí orgulloso de nuestro gran poder de convocatoria. También pensé en cómo íbamos a limpiar todo aquello al día siguiente, pero decidí no agobiarme y seguí divirtiéndome con mis nuevos amigos. Una amiga coreana trajo una Polaroid (una cámara de fotos instantáneas), que fue la verdadera protagonista de la fiesta. Todo el mundo pasó por el improvisado ‘photocall’ (la encimera de la cocina) para inmortalizar lo genial que lo estábamos pasando. Pensé en lo caros que son los carretes para este tipo de cámaras y sentí pena por mi amiga coreana, pero a ella parecía importarle un bledo. Así que aparecí en todas las que pude y después me las llevé a mi habitación para que nadie me las mangara.
Después de unas cuantas cervezas y fotos, decidimos acercarnos toda la tropa a ‘The Bridge’, una conocida discoteca de Oxford. La música que pusieron fue simplemente espectacular, sin Juan Magán o Kiko Rivera. Después de varias horas volví con mis amigos del piso como si me hubieran dado una paliza y sin sentir los pies. Estaba agotado y solamente eran las 3 de la mañana. Viva el horario inglés.
SIP THAT TEA
Soy un hombre de café. Me encanta y echo de menos mi máquina Nespresso. El otro día compré en el supermercado una caja de café en polvo para hacérmelo en casa y creo que el agua de una alcantarilla sabría mejor que eso. Llevo toda la semana bebiendo Mocca Blanco de Starbucks, apasionante. Un día me pidieron el nombre para escribirlo en la taza y para no complicar a la pobre camarera le dije que me llamaba NAC, N-A-C. Este fue el resultado:
Tampoco puedo permitirme todos los días un café en el carísimo Starbucks, así que decidí darle una oportunidad a la bebida inglesa por antonomasia: el té.
Nunca me ha gustado el té. Lo he intentado probar muchas veces pero solo con olerlo me entraban arcadas. Hace unos meses pensé que si venía a Oxford tendría que “aprender” a hacerme el té y que encima me gustara. Además, he puesto el supermercado patas arriba buscando Cola Cao o Nesquik y no hay forma de encontrarlos, así que me acerqué al pasillo dedicado al té (sí, un pasillo entero) y compré una caja de Twinings. También me pasé (otra vez) por Poundland para comprarme un termo y hacerme el guay llevándolo a clase.
En casa tenemos una tetera electrónica, así que seguí la receta de mi amigo Álvaro y me preparé un té con leche riquísimo (por supuesto a las 5 en punto). Como me encantó mi nuevo descubrimiento, decidí preparármelo a la mañana siguiente para llevármelo. El termo que me compré era tan malo que cuando llegué a clase estaba la bebida congelada, así que me lo intenté beber todo de un trago para no sufrir. No aguanté y dejé un culín en el vaso, y como soy TAN listo lo tapé y lo metí en la mochila sin pensar en las consecuencias posteriores. Cuando abrí la bolsa horas más tarde me encontré mi estuche empapado y con un fuerte olor a leche pasada.
En fin… ¿dónde está mi café?
P.D: he encontrado esta sudadera de Mickey Mouse en Primark y estoy entusiasmado con mi compra
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