sábado, 31 de mayo de 2014

Cap. VI: EL SILLÓN PÚRPURA

“¿Cómo se te ocurre entrar en el Ashmolean de madrugada y cotillearle la carpeta a Pharrell?”

Dominic entró en mi despacho mirándome asombrado.

“Buenos días Dom. Deduzco que Julia te acaba de poner al día…”

Mi mujer se había encargado de informarle sobre la nota de Jean Louis, el anillo, el hecho de que Marina no estuvo en París y la no relación entre el asesino y el amante anónimo. 

“No doy crédito. Te vas a meter en un buen lío cuando Pharrell descubra que has revuelto el camerino y te has llevado una de las pruebas.”

“Solo me he llevado la nota firmada por Jean Louis Chevalier. El camerino no lo revolví yo. Un encapuchado entró después de mí y se encargó de ello.”

“¡Da igual! Vas a conseguir que te aparten del caso y te prohiban meter las narices en él. Empiezo a pensar que no ha sido una buena idea entrometernos… Estoy seguro de que nos causará problemas.”

“Dominic, eres libre de dejar de ayudarme. No te estoy obligando a colaborar.”

Dominic se sentó en el sillón de mi despacho y encendió un cigarrillo. 

“Julia me ha contado que habéis encontrado una bala ensangrentada en la papelera del baño del cuarto piso…”

“Correcto. Junto a una pequeña bolsa con cocaína. Esta tarde hablaré con Pharrell. La bala que encontramos en la terraza fue colocada en la escena del crimen con un propósito que todavía desconocemos.”

Abrí un cajón del escritorio y saqué el objeto metálico.

“Estoy seguro de que ESTA es la bala que perforó el cráneo de Marina Ivanov”.

La pantalla de mi ordenador se iluminó anunciando la llegada de un correo electrónico. Era del Inspector Pharrell.

“Don Octavio, necesito reunirme con usted URGENTEMENTE. El departamento de balística ha elaborado un informe que debemos comentar cuanto antes. Además, esta madrugada alguien ha entrado en el camerino de Marina Ivanov y ha robado las cartas del amante anónimo. Estaré en su despacho a las 5 en punto.”

Cerré el buzón y me dirigí a Dominic.

“El departamento de balística confirmará nuestra hipótesis… Estoy convencido de que la bala encontrada en la terraza del restaurante nunca fue disparada”.

“¿Y cómo le explicaremos a Pharrell tu excursión nocturna al museo?”

“De momento debemos mantenerlo en secreto hasta que atemos algún cabo más. No me está gustando el modo en el que la policía está investigando el caso.”

________

Eran las 5 y cuarto cuando Julia entró en mi despacho anunciando la llegada del inspector de policía.
Pharrell irrumpió en la habitación con cara de pocos amigos sujetando su carpeta. 

“Tome asiento, inspector. El señor Blackwell y yo estamos ansioso por oir lo que nos tiene que contar”

El hombre se sentó junto a Dominic y abrió su carpeta. Extrajo de ella un taco de folios y los esparció por la mesa. Además de documentos escritos, había fotografías de la bala y del orificio en el cráneo de la joven asesinada.

“Caballeros, el misterio continúa. El departamento de balística me ha enviado esta mañana el resultado del análisis de la bala encontrada.”

Le hice una señal para que prosiguiera.

“La bala que encontramos en la terraza del Ashmolean no fue la que causó la muerte de Marina Ivanov”

Miré a Dominic con una mirada de complicidad. Habíamos dado en el clavo.

“La bala no tiene restos del ADN de Ivanov. Además, el diámetro del orificio del cráneo es demasiado grande como para que un proyectil de ese calibre lo provocara. Por lo tanto, el asesino nos ha engañado una vez más.”

“¿Y cuál piensa que fue el objetivo del asesino al dejar una bala falsa en la escena del crimen?”

“Desde luego hacernos pensar que el asesinato se cometió de una forma diferente, con un arma mucho más poderosa que un simple revolver. Fue muy torpe al subestimar las investigaciones de la policía de Oxford”

Pharrell subió la barbilla orgulloso.
“¿Entonces debemos desterrar la hipótesis de que el asesino disparó desde el restaurante?”

“No podemos desterrar ninguna hipótesis, Don Octavio. Además, es imposible que el asesino disparara desde otro lugar que no fuera el restaurante. El lugar está aislado y todos sabemos que la joven cayó a la explanada debido al impacto de la bala.”

Pharrell recogió todos los documentos y los volvió a guardar en su carpeta. 

“Por otro lado, y como le adelanté en mi correo, las cartas del amante anónimo de Marina han sido robadas esta misma noche. Alguien entró en su camerino y lo revolvió. Además, también ha desaparecido…”

Pharrell detuvo su discurso y cerró los ojos. Había metido la pata.

“¿Qué más ha desaparecido, Inspector Pharrell?”

“Bueno Don Octavio, lo cierto es que no le había hablado antes de la existencia de una nota dirigida a la señorita Ivanov.”

El inspector nos contó que en su carpeta guardaba la alianza envuelta en la nota firmada por Jean Louis Chevalier. Dominic y yo disimulamos gesticulando y expresando una falsa sorpresa.

“¿Por qué no nos informó antes, Pharrell?”

“No debemos dirigir todas nuestras sospechas a Jean Louis Chevalier, señor alcalde. No quería que este hecho nos cegara en la investigación.”

“En ese caso comprendo su posición. Yo también necesito compartir con usted un nuevo dato.”

Pharrell me miró con atención.

“Debemos tirar a la basura la teoría de que el donante/amante anónimo sea el asesino. Marina Ivanov no ha pisado París desde el año pasado. Las cartas no iban dirigidas a ella. Alguien las escondió en su camerino y se ha encargado de recuperarlas la pasada noche.”


El gesto de Pharrell se iluminó.

“Don Octavio, es usted un genio. ¡Solo nos falta despejar la “x” y encontrar al verdadero destinatario de las cartas!”

“Señor Pharrell, en este caso se trata de una simple ecuación de primer grado. Las cartas anónimas iban dirigidas a la gran Valentina Cinquemani.”

_______

Dominic, Pharrel y yo nos detuvimos en la puerta del Randolph Hotel. 

“Recuerden, no debemos preguntarle por las cartas anónimas de sopetón o volverá a abandonar la sala. Sean cuidadosos con sus cuestiones, caballeros.”

Mientras entrábamos en el edificio, recordé la conversación con Pharrell media hora antes.

“Inspector Pharrell, ¿no le parece evidente? Las cartas estaban dirigidas a una mujer. La relación debía mantenerse en secreto y las únicas mujeres autorizadas para entrar en el camerino de Marina Ivanov eran Valentina y Francesca Cinquemani. La hija no tiene ningún compromiso amoroso, por lo que sería ridículo que tuviera que mantener en secreto un noviazgo. Por el contrario, su madre Valentina se separó hace un mes de Marco Lambrini, el conocido político italiano. Apuesto mi mano derecha a que la intromisión de un tercero en su relación provocó el divorcio. Valentina sabía que la policía había encontrado las misivas y se encargó de destruirlas para evitar un escándalo por infidelidad. Por esto envió a alguien -el encapuchado que se cruzó con Julia- para recuperar los sobres”.

Cruzamos el hall. Filipo Randolph estaba situado detrás del mostrador de la recepción. Levantó la cabeza y nos saludó con la mano cuando nos vio.

“La señora Cinquemani les espera en la suite presidencial número 3. Suban en el ascensor que se encuentra junto a la entrada del salón victoriano.”

Me fijé en el bolsillo de su chaqueta. No llevaba pañuelo como el día anterior.

Filipo me miró fijamente y puso una mueca de extrañeza. 

“¿Le gusta mi traje, señor alcalde? Le puedo dar la tarjeta de mi sastre.”

Filipo Randolph tenía una lengua sibilina y presumía por ser el rey del sarcasmo.

“Lo cierto es que su traje me parece demasiado llamativo para un alcalde.”

Abandonamos la recepción y llamamos al ascensor. El joven camarero pelirrojo se encontraba en la puerta del salón victoriano. En cuanto nos vio aparecer, me miró nervioso y se escapó por unas escaleras.

Sonó una campanilla y las puertas del ascensor se abrieron. Simon Adams, el decano de la Universidad de Oxford se encontraba en el elevador.

“¡Qué alegría volver a verles, caballeros! Vengo de la suite de Valentina, debía expresarle mi apoyo en nombre de la universidad.”

El decano escondía algo.

“Buenas tardes Simon, no sabía que la señora Cinquemani y usted se conocían.”

“La verdad es que no nos conocíamos, bueno, nos vimos en el cóctel antes del terrible suceso… Ya saben.”

Simon Adams salió del ascensor.

“Lo siento muchísimo, pero debo irme. Tengo una entrevista en la universidad y no debo llegar tarde. Suerte con el caso. Buenas tardes.”

Simon Adams salió del Randolph apresuradamente y se metió en un coche oscuro que le esperaba en Beaumont Street.

El ascensor se detuvo en el último piso del edificio y se abrieron sus puertas lentamente. Nos encontrábamos en un pasillo iluminado con lámparas decimonónicas y tapizado con una gran alfombra verde. Avanzamos por el pasillo hasta encontrar la suite presidencial número 3.

No hizo falta llamar, la puerta blanca de la estancia se abrió. Un hombre alto, rubio y de facciones afiladas nos recibió.

“Soy Jean Louis Chevalier. No sé cómo agradecerles lo que están haciendo para resolver el caso. Marina no descansará en paz hasta que se descubra la verdad.”

El hombre rubio se derrumbó antes de que pudiéramos responderle. Dominic, Pharrell y yo estábamos perplejos y no supimos cómo actuar.

Jean Louis Chevalier era nuestro principal sospechoso y no esperábamos su presencia en la suite de Valentina Cinquemani. 

El francés pareció recuperarse un poco y nos invitó a que pasáramos a la suite. 


“Valentina está en su dormitorio preparándose. Tomen asiento en el salón.” 


Jean Louis nos señaló un sofá de terciopelo púrpura situado debajo de un gran ventanal con forma apuntada. Se podía disfrutar de una preciosa vista del Ashmolean Museum y de Beaumont Street. 

Jean Louis volvió a dirigirse a nosotros.

“Discúlpenme, pero necesito retirarme a mi habitación. Ha sido un día muy duro.”

El joven se despidió y cerró la puerta de la suite.

Me levanté para volver a disfrutar de la vista. Desde allí se podía ver la explanada del museo y la terraza del restaurante. La policía científica ya había abandonado el museo, pero este seguiría cerrado hasta la semana siguiente. 

De repente, la puerta del museo comenzó a girar y un encapuchado cruzó la explanada para luego desaparecer por la puerta oeste. Le seguí con la mirada. Cruzó Beaumont Street y se reunió con una mujer, a la que le entregó un paquete. Ambos se besaron y el encapuchado corrió hacia el centro de la ciudad.

La mujer se giró y guardó el pequeño paquete en el bolsillo de su gabardina. 

Era Francesca, la pequeña delincuente de la familia Cinquemani.

sábado, 24 de mayo de 2014

Cap. V: EL PELIRROJO

Mi propia mujer me había dado un susto de muerte. Permanecí impasible mirándole a los ojos y respirando profundamente. Después de unos segundos conseguí articular mis primeras palabras.

“Julia, casi me matas del susto. ¿Cómo me has encontrado?”

“Me desperté sobresaltada por una pesadilla y cuando me giré no estabas en la cama. Me imaginé que estarías trabajando en el despacho, así que me levanté a comprobarlo. Cuando llegué, me encontré el Armario de las Llaves con la puerta abierta… Comprobé que las del Ashmolean no estaban en su sitio, así que mi instinto femenino me trajo aquí.”

Todavía no me había recuperado del todo. Me mojé la cara y me dirigí a Julia. 

“¿Fuiste tú la que entraste en el camerino de Marina Ivanov hace un cuarto de hora?”

“No he entrado por la Galería de las Estatuas, atravesé el hall y subí las escaleras principales hasta el cuarto piso. Sabría que estabas en el restaurante investigando. Afortunadamente la puerta de cristal estaba abierta. No te encontré en la terraza… así que decidí volver a casa. Pero antes de salir del restaurante, oí un ruido detrás de una puerta de emergencia del comedor. La abrí y entré. Era el rellano de la escalera de emergencia, la dichosa escalera de emergencia. Por las ranuras del servicio de caballeros se veía que la luz estaba encendida… ¡Y eso es todo!”

“Pe-pe-ro Julia. ¿Quién te abrió la puerta del museo?”

“Un guardia de seguridad. Bueno, no estoy segura… Llevaba una capucha y no pude distinguir su cara.”

Suspiré.

“¿Julia, tú crees que los guardias de seguridad del Ashmolean Museum llevan una capucha en mitad de la noche? ¿Te dijo algo? ¿Sigue en la entrada?”

“No me dijo nada. En cuanto me vio dejó la puerta abierta y se fue corriendo por la entrada oeste del patio…”

“Entonces definitivamente no era un guardia. Julia… El asesino de Marina ha entrado en el Museo esta noche para deshacerse de esto.”

Saqué de mi bolsillo la nota firmada por Jean Louis Chevalier y se la tendí.
Julia terminó de leerla y levantó la vista para mirarme preocupada.

“¿Jean…Louis…?”

“Sí. Sospecho que el hombre con el que te acabas de cruzar era él.”

A pesar de la inocencia que acababa de demostrar mi mujer, bendije la gran habilidad que tenía para atar cabos y darme nuevas ideas. Una vez más lo volvió a demostrar.

“Octavio, cuando me desperté pensé algo. Las cartas anónimas no habían sido enviadas a Marina Ivanov.”

Miré a mi mujer extrañado.

“¿Recuerdas que en la primera carta se menciona París?”

Asentí.

“Pues bien… Marina Ivanov no ha pisado París desde el mes de Mayo del año pasado.”

Me entregó un reportaje de la revista Vogue. Julia se había encargado de subrayar con rotulador unas declaraciones de la propia modelo hablando de la Paris Fashion Week que se celebraría en Febrero del año siguiente


La verdad es que espero con mucha ilusión volver a París. Considero que es la verdadera capital de la moda y siempre es un placer desfilar en sus pasarelas. La última vez que estuve fue en Mayo del año pasado y creo que echo de menos pasear bajo la Torre Eiffel


Sentí mucha lástima por Marina Ivanov. En tres meses se celebraría la semana de la moda en París y ella no podría disfrutarlo.

“Pero si las cartas no eran para Marina… ¿Entonces quién es el destinatario?”

“No lo sé Octavito, eso es lo que tendremos que descubrir ahora. Alguien escondió aquellas cartas en el cajón del camerino de Marina para que el romance prohibido no fuera descubierto. De todas maneras, podemos concluir que el asesino y el amante/donante anónimo NO son la misma persona”.

Mi mujer sonrió satisfecha y continuó hablando.




“Y por cierto, no podemos guillotinar todavía a Jean Louis. Puede que sea el principal  sospechoso, pero esa nota pudo haber sido falsificada por el asesino”.

“Julia, la nota era el envoltorio de esto.” 

Saqué del bolsillo la alianza. 

“Esto prueba que la nota fue escrita por Jean Louis. Dejó envuelto el anillo para que Marina supiera que se trataba de él. Supongo que se trataba de un regalo. Dejó el paquete en el camerino de su novia y Marina lo encontró justo antes del desfile.”

“¡Pero yo vi a Jean Louis durante el cóctel hablando con Francesca Cinquemani!”

“Yo también les vi, pero en el momento del asesinato ninguno de los se encontraban en la explanada.”

Julia se quedó pensativa.

“Octavio, mañana tienes que entrevistar a Jean Louis. Suponiendo que no se haya fugado del país, claro.”

Con la euforia del descubrimiento de mi mujer sobre las cartas anónimas, olvidé el hallazgo de la papelera del lavabo.

“Julia, antes de que entraras he encontrado algo muy interesante en la papelera”

“¿Una compresa en el baño de caballeros?”

Mi mujer se rió de forma traviesa. 

“No, por desgracia.”

Abrí la papelera metálica y agarré delicadamente el objeto que se encontraba al fondo.

“¿Una bala?”

Se trataba de una bala de mayor calibre que la encontrada en la terraza del restaurante. Estaba manchada con sangre seca. En la papelera también había una pequeña bolsa de plástico abierta, con cocaína en su interior. 



“¿Por qué tiene que complicarse todo tanto? ¡Se suponía que ya habíais encontrado la bala en la terraza!”

“No entiendo nada, Julia… Con el paso de las horas me doy cuenta de que este asesinato ha estado más planeado de lo que pensábamos en un principio.”

Mi mujer y yo salimos con sigilo a la terraza del restaurante y nos apoyamos en la barandilla donde Marina Ivanov fue asesinada la noche anterior.

“Por lo menos pudo disfrutar de una preciosa vista antes de morir”

Estaba comenzando a amanecer y la luz del sol iluminó los edificios de piedra amarillenta de la ciudad. Miré hacia Beaumont Street. Un joven de estatura mediana y pelirrojo se acercaba por la acera en dirección al Randolph Hotel.

“Julia, es el camarero del hotel. Debo hablar con él para que me hable sobre Filipo”.

Bajamos corriendo por las escaleras principales del museo, atravesamos el hall y salimos precipitadamente por la puerta giratoria. Corrimos por la explanada y llegamos a Beaumont Street jadeando.

“¡OIGA!” -grité para llamar la atención del pelirrojo.

El joven camarero se giró sorprendido justo antes de entrar en el Randolph. Llevaba una bolsa de deporte (en la que supuse que guardaba el uniforme) y una gorra. Miró a ambos lados de la calle y se metió en el hotel corriendo.

“Mierda. No podemos entrar en el hotel ahora o sospecharán que hemos estado merodeando por el museo”

Decidimos volver a casa y dormir unas horas. Mi mujer debía escribir la columna de la “Primera Dama” para el Oxford Times y yo tenía trabajo atrasado en el Ayuntamiento.

Justo antes de que emprendiéramos la marcha a casa, un objeto metálico cayó junto a nuestros pies. Se trataba de una cucharilla metálica. Levantamos la cabeza para descubrir la procedencia del objeto y una de las ventanas del Randolph Hotel se cerró de golpe. Atada a la cucharilla, una servilleta de papel con el escudo del Hotel había servido para escribir un mensaje.


Don Octavio, no puedo hablar con usted en el hotel. El Señor Randolph me despediría si me descubriera. Le contaré todo lo que sé mañana a las 9 de la noche. Estaré esperándole en el Magdalen Bridge

viernes, 23 de mayo de 2014

Cap. IV: CHÉRIE


Dominic y yo atravesamos Bambury Road desde el Ashmolean y nos adentramos en la cafetería del Old Parsonage Hotel, donde habíamos quedado con mi mujer Julia para ponerle al día de las novedades del asunto. Julia nos esperaba tomando un té , apunto de terminar una porción de Victoria Sponge, un delicioso bizcocho con queso ricotta y fresa. Noté a mi mujer todavía impactada y dolorida. 

“Hola… ¿Tenéis novedades?”
“La historia se ha complicado. Pero antes de impresionarte con nuestros nuevos hallazgos, necesito una taza de té”.
_______

Mi mujer y yo volvimos a casa dando un paseo por Cornmarket Street.  Era de noche, y grandes grupos de jóvenes universitarios hacían cola en los pubs más famosos de la ciudad. Algún adolescente ebrio nos reconoció.

“¡Mirad! Horacio Middlehorn y su mujer!”

No pude evitar reirme, sin embargo a mi mujer no le hizo ninguna gracia. Los jóvenes no se preocupaban ni siquiera por el nombre del representante político de su ciudad. Aunque al menos me habían reconocido.

Aquella noche no pude dormir dándole vueltas al hallazgo de las cartas anónimas. 
El análisis de aquellas misivas debería dirigirnos directamente al responsable del crimen. El objetivo del asesino era sin duda traer la Oxford Fashion Week al Ashmolean para hacerse con el valioso diamante, costara lo que costara. Consiguió conocer a Marina Ivanov y mantener un romance con ella, insistiéndole a la modelo para que lo mantuviera en un secreto absoluto. Más tarde se encargaría de persuadir al director del museo y a Valentina Cinquemani para que el evento viera la luz en el lugar y momento adecuado. Para ello, donó de forma anónima una cantidad millonaria a ambas partes. En cuanto conoció que Marina luciría el diamante en el desfile, quedó con ella en la terraza del restaurante, un lugar tranquilo y discreto, para reencontrarse secretamente tras varios meses sin verse. Sin embargo, Marina se encontraría con la muerte.

Todavía no habíamos encontrado el arma homicida. El informe del departamento de balística de la policia no tardaría en llegar, así que tendríamos en breve nuevos detalles de la pistola que se utilizó para asesinar a la top model.

En aquel momento tomé una decisión. 

Me levante sin hacer ruido para no despertar a Julia y me deslicé por el pasillo hasta mi despacho. Abrí un enorme armario y me encontré la colección de llaves de los edificios públicos de la ciudad. Como alcalde, tenía el derecho de poseerlas. Se trataba más bien de un gesto, nunca se me había ocurrido utilizar ninguna de estas llaves antes. No obstante, aquella noche debía investigar el Ashmolean por mi cuenta, sin que ningún inspector de policía me obstaculizara el paso. 
_______



Llegué al Ashmolean esquivando los charcos que la lluvia había dejado a lo largo del día. El edificio estaba tenuemente iluminado con unos focos anaranjados situados en la explanada exterior. Miré hacia el Randolph Hotel, en la acera de enfrente. Alguna de las habitaciones permanecían con la luz encendida a pesar de lo tarde que era.
Atravesé el patio y busqué en mi bolsillo el “llavero del alcalde”. Me acerqué a una pequeña puerta de cristal situada al lado de la gran puerta giratoria y la abrí con una llave dorada. Entre en el hall del museo sigilosamente. La única iluminación del interior era la de la luz de emergencia, así que saqué del bolsillo la linterna que había traído de casa para guiarme en la oscuridad. Dirigí el haz de luz hacia la “Galería de las Estatuas”. Avancé rápidamente sin mirar hacia atrás. Tenía la sensación de que los bustos grecorromanos de aquella sala me estaban mirando y aquello me aterraba. Me adentré en el camerino del equipo de Cinquemani. Todo seguía igual que aquella tarde. Tanteé la pared para buscar el interruptor de la luz. Las bombillas del gran espejo de la habitación parpadearon para luego encenderse. Apagué la linterna y me senté en una silla plegable. Eché un rápido vistazo a la habitación y encontré la carpeta del Inspector Pharrell encima de una mesilla. Estoy seguro de que nunca imaginó que alguien podría entrar en mitad de la noche en el museo para ojear sus anotaciones.

Abrí la carpeta y encontré la foto de Marina con el diamante, los sobres del anónimo y las anotaciones de Pharrell. Sin embargo, en la carpeta había algo más que el inspector no se había molestado en desvelar aquella tarde.

Escuché un ruido procedente de la Galería. Apagué la luz de la habitación y corrí para abrir una puerta de emergencia al fondo del camerino y esconderme. Todo estaba a oscuras, pero no encendí la linterna para no ser descubierto. Alguién entró en el backstage. Oí pasos y el chasquido de las luces al encenderse. La persona que había entrado en el camerino comenzó a abrir los cajones de la habitación haciendo mucho ruido. Removió todos los objetos del tocador y arrastró las sillas. El corazón me iba a estallar. Recé para que no se le ocurriera abrir la puerta de emergencia. Dos minutos más tarde escuché otra vez el chasquido de las bombillas apagándose. 

No me atreví a salir por el camerino con el temor de ser descubierto. No tenía ninguna excusa para estar ahí. Por otro lado, pensé que el asesino podría haber irrumpido en el camerino para destruir alguna prueba.

Temblando, encendí la linterna para iluminar el objeto que escondía Pharrell en la carpeta. Se trataba de un pequeño paquete. Seguidamente, lo desenvolví.

“¿Una alianza?”

Se trataba del anillo de boda de la joven pareja. Sin embargo, lo interesante de este descubrimiento era el envoltorio. En el papel arrugado, una nota dirigida a la modelo provocó mi sorpresa.

Espérame en la azotea del museo tras el desfile. Donde nos vimos ayer. El restaurante estará cerrado, por lo que tendrás que acceder por las escaleras de emergencia de tu camerino. Buena suerte, chérie.
Jean Louis

Jean Louis Chevalier era el autor de aquella nota. El rubio francés había quedado con su novia tras el desfile en el lugar del crimen, lo que significaba que él era el principal sospechoso. Temí que se hubiera fugado con el diamante, pues no le había visto desde el cóctel. También temí que él fuera la persona que había entrado en el camerino minutos antes. Puso patas arriba todo el mobiliario para recuperar la prueba que le situaba automáticamente en el punto de mira de la policía.

Tenía que salir de allí cuanto antes.

Apunté con la linterna hacia el frente. Las escaleras de emergencia del Ashmolean Museum ascendían hasta desaparecer en una profunda oscuridad.


_________

Subí rapidamente las escaleras iluminando los escalones para no tropezar. A medida que avanzaba por los escalones, las luces se iban encendiendo gracias a los sensores de movimiento situados en los rellanos. Comencé a sudar. Llegué al cuarto piso jadeando. Este rellano era más grande que los anteriores debido a que albergaba no solo la entrada al restaurante, también los servicios. Me había manchado las manos con el pasamanos de las escaleras, por lo que decidí entrar en el servicio de caballeros para lavarme. Automáticamente se encendieron las luces. Nadie había entrado en los servicios desde el día desde el día del evento, pues el Museo permaneció cerrado todo el día. Secándome las manos, reparé en que la superficie negra del lavabo no estaba limpia. Con la yema del dedo recorrí la cerámica oscura. En mi dedo se amontonaba una capa de polvo blanco. Me acerqué el dedo a la nariz para olisquear la sustancia.

“Cocaína”

Acercándome más, observé la encimera y seguí el sendero de polvo con la vista. Llevaba directamente a la papelera. Pisé la palanca y la tapa del cubo metálico se levantó. El objeto que se encontraba al fondo rompió en mil pedazos todos mis esquemas. Antes de que pudiera asumir el descubrimiento, el pomo de la puerta comenzó a girar. 

Era el fin, Jean Louis me había encontrado.

Sin embargo, cuando la puerta se terminó de abrir no me encontré con el hombre rubio. Mi mujer Julia, la “Primera Dama” de Oxford, me miraba con expresión de sorpresa. 


“Por fin te encuentro, Octavio. Me he dado un buen susto cuando no te he encontrado en el otro lado de la cama. ¡Menos mal que me he encontrado a alguien al llegar al Museo que me ha abierto la puerta!”

miércoles, 21 de mayo de 2014

Cap. III: EL CAMERINO

Valentina Cinquemani siguió con la mirada al director del Hotel hasta que este cerró la puerta del salón.  Tras una pausa de varios segundos, le escuché hablar por primera vez. Tenía un fuerte acento italiano, pero en general su nivel de inglés era sobresaliente. 

“Imagino que todos los presentes en el cóctel de anoche somos sospechosos. ¿Estoy en lo cierto, signore?”

“Así es. Cualquiera de los invitados, entre los que me incluyo, tuvo la oportunidad de subir a la terraza del restaurante del Ashmolean y disparar a la víctima. Como alcalde de esta ciudad, me veo incapaz de mirar hacia otro lado y no colaborar con la policía en la tarea de encontrar al responsable. Por ello estoy aquí, para conocer su versión de los hechos y, por supuesto, la de su querida hija.” 

La joven Francesca bajó sus gafas de sol para mirarme incrédula por encima de la montura. Noté que había estado llorando, y no pude evitar preguntarle por la relación que tenía con la modelo rusa. 

“Para empezar, me gustaría saber la relación que mantenía la señorita con Marina Ivanov. ¿Se conocían?” -sabía perfectamente la respuesta a aquella pregunta, pero decidí fingir que no había notado el odio que irradiaba Francesca hacia Marina durante el desfile-.

El joven camarero pelirrojo volvió a entrar en el salón esta vez más relajado. Mientras recogía los trozos de porcelana del suelo y limpiaba el charco de té de la mesa, Francesca respondió a mi pregunta.

“Por supuesto que nos conocíamos… ¡Marina era mi mejor amiga!”

A Francesca se le quebró la voz en mitad de la frase y comenzó a llorar desconsoladamente. Su madre sacó del bolso un paquete de pañuelos y le pasó uno.

“Cuánto lo siento señorita… Sin embargo tengo entendido que en la noche del crimen no atravesaban una buena situación”.

Francesca dejó de llorar y su expresión se volvió agresiva. 

“¿ESTÁ DICIENDO QUE YO MATÉ A MI MEJOR AMIGA? Es imposible. Usted mismo me vio junto a Jean Louis minutos antes de su discurso. ¿CUÁNTAS VECES TENGO QUE REPETIR QUE HE DEJADO LAS DROGAS? Admito que fui una mala influencia para Marina, pero no es justo el trato que estoy recibiendo por parte de la opinión pública.” -la joven volvió a llorar de forma más exagerada-.

Valentina Cinquemani tranquilizó a su hija y le dijo unas palabras en italiano que no pude entender.

Gracias a esta confesión, entendí que la “traviesa” Francesca Cinquemani había sido la responsable de que Marina cayera en aquel círculo de adicciones. Tomé una decisión y decidí sacar el as que guardaba en mi manga.

“Si mantiene que atravesaban un buen momento en su relación de amistad, por qué miraba con tal odio a su mejor amiga en uno de los desfiles más importantes para ella?”

Francesca enrojeció y dio un sorbo a su té.

“Tal vez deba hacerle esa pregunta a mi madre.”

La gran diseñadora Valentina Cinquemani no se lo pensó. Recogió sus cosas y sin mirar a su hija, abandonó la estancia dando un fuerte portazo. 
______

Dominic y yo salimos del Randolph confusos. Decidimos aplazar la conversación con Valentina Cinquemani debido a su inesperada actuación. Nos sentamos en un banco de Beaumont Street e hicimos un repaso a las conclusiones que habíamos conseguido extraer en el salón del té del hotel.

  1. Filipo Randolph no estaba en el Ashmolean Museum durante el desfile. Sin embargo, su coartada era inquebrantable: sí estaba presente durante mi discurso, y concretamente en el momento del disparo. De hecho, le sujetaba a Valentina su copa en un momento de nerviosismo (todavía debíamos determinar el motivo). Además, intentó esconder a toda costa la mancha oscura de su pañuelo, sin éxito. Dominic y yo coincidimos en que debíamos mantener una charla con el camarero pelirrojo. Percibimos que la presencia de Filipo en la sala provocó su nerviosismo, y los improperios que le dedicó tras el accidente no eran normales para ser el primer día de un empleado.
  2. Francesca Cinquemani supuso una mala influencia para Marina unos años antes. La mirada de odio que le dedicó durante el desfile tiene un motivo relacionado con su madre, Valentina Cinquemani. Dedujimos que su relación con Jean Louis Chevalier no era buena. A fin de cuentas, el hombre rubio salvó a su novia de las drogas y evitó a toda costa que se juntara con Francesca durante un largo periodo de tiempo. Su coartada no es del todo clara. Sí estuvo presente durante el cóctel, sin embargo desapareció minutos antes de mi discurso (no se encontraba junto a su madre en la primera fila). Pudo haber quedado con Marina en la terraza y dispararla debido a una bronca previa al desfile (hay que tener en cuenta la situación de inestabilidad psicológica de la joven heredera).
  3. Valentina Cinquemani apenas se expresó durante mi reunión. Sin embargo, percibí una profunda tristeza en sus ojos. Estaba presente en mi discurso en el momento del disparo, pero un su nerviosismo había llegado a tal extremo que Filipo Randolph tuvo que sujetarle la copa. ¿Qué le preocupaba a Valentina? ¿La discusión con su hija antes del desfile provocó esta actitud? También debíamos descubrir al donante anónimo que consiguió traer al equipo de Cinquemani a Oxford para presentar su colección. Estábamos convencidos que este hecho era muy importante en la historia, una gran suma de dinero implica siempre avaricia por parte de alguien.

Dominic terminó de anotar estos detalles y nos levantamos. Ante nosotros, el gran Museo Ashmolean permanecía imperturbable, a pesar del terrible acontecimiento por el cual había sido protagonista en todo el mundo. Grupos de vecinos curiosos permanecían tras el cordón policial esperando nuevas noticias o descubrimientos en el caso. 

Levantamos la cinta y subimos las escaleras que daban a la explanada. Una mancha de sangre seca perteneciente a Marina Ivanov había teñido el suelo de piedra del patio principal. Levanté la vista hacia la terraza del restaurante y recordé el trágico momento que habíamos vivido la noche anterior. De pronto, caí en la cuenta de que no habíamos tocado un detalle fundamental en la investigación. 

“Dominic, ¿recuerdas cómo entramos al restaurante tras el asesinato?”

Mi compañero cerró los ojos haciendo memoria.

“Subimos junto a Lancaster y el Decano las escaleras del Museo. Llegamos exhaustos a la puerta del restaurante y…”

“¿Y?”

“Estaba cerrada con llave…”

Dominic me miró extrañado durante unos segundos hasta que finalmente entendió  lo que estaba intentando decirle.

“El asesino debía tener la llave de la puerta del restaurante. Después de apretar el gatillo y matar a la joven modelo, procuró cerrar la gran puerta de cristal para obstaculizar el paso de la policía” -dije decidido-.

“Pero Octavio… ¿Para qué querría el asesino perder tiempo cerrando una puerta sabiendo que íbamos a subir a toda prisa a buscarle?

“Dominic, estoy convencido de que el propósito del asesino no era que el cuerpo cayera a la explanada. El criminal había trazado un plan que consistía en matarla silenciosamente en el restaurante, cerrar la puerta con llave y volver al cóctel tranquilamente. Cuando alguien se diese cuenta de que faltaba la protagonista de la noche ya habrían pasado varias horas y el asesino habría incluso abandonado el museo. Sin embargo, su plan se truncó cuando la Ley de la Gravedad se entrometió y provocó que Marina interrumpiera mi discurso. El asesino salió corriendo del restaurante temiendo ser descubierto y no supo improvisar un nuevo plan, así que cerró la puerta del restaurante tal y como había planeado.”

“Sigo pensando que algo no encaja.”

El Inspector Pharrell apareció en escena interrumpiendo nuestra conversación. Parecía que tenía nuevas noticias que darnos.

“Señor Alcalde, qué le trae por aquí?”

Le expliqué que debía participar con él y su equipo para resolver el caso. Había sido uno de los testigos principales del crimen y me veía en la obligación como alcalde de Oxford de solucionar aquel enigma.

“Señor Middlebourn… Esto es más serio que una simple partida al Cluedo. Confíe en la policía y todo irá bien. Un asesino anda suelto y no es recomendable situar a una figura pública como usted en el punto de mira, nunca mejor dicho”.

“Acepto sus consejos, pero le he hecho una promesa a mi mujer. Me gustaría saber la evolución de sus investigaciones. Sospecho que su equipo ha descubierto nuevas pistas.”

“Creo que no estoy autorizado para revelar los detalles de la investigación, señor alcalde”

Le miré levantando las cejas. 

“Está bien querido Pharrell, queda autorizado por el mismísimo alcalde”.

El Inspector Pharrell suspiró y nos indicó con un gesto de su mano que entráramos en el Museo por la puerta giratoria.
La emblemática “Galería de las Estatuas” permanecía igual que el día anterior. La pasarela y los asientos seguían en la misma posición, con la diferencia de que algún miembro de la policía científica los ocupaban en aquel momento. Nos adentramos en el “backstage” de la pasarela, una gran carpa con paredes de lona blanca. La carpa era rectangular y estaba dividida en diferentes habitáculos, los camerinos de las modelos y de Valentina Cinquemani. El de esta última permanecía cerrado con llave, sin embargo pudimos entrar en el de Marina Ivanov. Pharrell nos ofreció asiento en unas sillas plegables de madera.

“Bien… Tenemos nuevas noticias que nos acercan a la solución del caso. No obstante, he de decirles que estos hallazgos complican y enredan nuestra labor de encontrar al asesino”

El Inspector Pharrell abrió una carpeta que descansaba en una mesilla y nos mostró una fotografía. Había sido tomada por uno de los periodistas en el momento del desfile. Marina Ivanov aparecía cruzando la pasarela con paso decidido. El policía señaló al cuello de la modelo.

“¿Ven este colgante? Se le conoce como el “Diamante del Ashmolean” y se trata de una de las piedras preciosas más valiosas del planeta. Hasta ayer estaba expuesto aquí, en el Ashmolean. El director del Museo, Sir Arthur  Belgravia, autorizó que Marina Ivanov lo llevara durante el evento en homenaje a la decisión de Cinquemani de elegir su Museo para albergar el evento. Sir Arthur lleva una semana en Suiza debido a un viaje de negocios, y no llegará a Oxford hasta el domingo. Puedo asegurarles que su valor asciende a varios millones de libras.”

No hizo falta que continuara.

“Sospecho que el diamante no estaba en el cuello de Marina cuando cayó en la explanada”.

El Inspector asintió cerrando los ojos. Estaba claro que el asesinato había sido producto de la avaricia, tal y como habíamos aventurado Dominic y yo minutos antes. El móvil del asesinato había sido sin duda el robo del Diamante. Aparentemente ningún sospechoso tendría otro motivo para matar a la joven de aquella manera.

“Pero eso no es todo lo que tengo que mostrarles, caballeros”.

Pharrell sacó de la carpeta una serie de sobres blancos. Los esparció por encima de la mesa y nos explicó su significado.

“Hemos encontrado estos sobres en el cajón del tocador del camerino. Todos guardan notas escritas a máquina por un anónimo. La primera carta fue escrita hace cinco meses, tal y como demuestra la fecha en su encabezado”.

Pharrell extrajo con cuidado la misiva y nos la mostró.


Querida, mi corazón es todo tuyo. Aquella noche en París está grabada a fuego en mi mente. No puedo esperar a verte. Te necesito conmigo en Oxford, para siempre. 
Ambos sabemos que nuestra relación no podrá ver nunca la luz, pero no podría vivir si no te vuelvo a ver.
Te espero.

Tomamos la segunda carta y continuamos leyendo. Databa de hacía tres meses.

Me conformo solo con verte en las portadas y solamente veo la televisión para disfrutar de tu hermoso rostro. Cada día estoy más convencido de que no puedo vivir sin ti. Necesito que estés junto a mi. Para siempre.
Te amo.

El último mensaje había sido hacía un mes.

Ya no aguanto más. Necesito sentirte a mi lado y olvidarme de lo que piensen de nuestra relación. Me da igual gastar una fortuna si eso significa tenerte en Oxford junto a mi. El Museo Ashmolean ya ha aceptado tu presencia aquí gracias a una donación que he llevado a cabo. No te preocupes, todo quedará en el anonimato. 
Nos vemos en un mes, no puedo contener la emoción.


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Había llegado el momento de despedirnos de Pharrell. El hallazgo de las cartas nos abrió los ojos para entender que Marina Ivanov mantenía una relación paralela con un amante que habitaba en Oxford, el cual resultó ser el autor de la donación anónima al Museo y a Cinquemani. Un interrogante surgió debido al descubrimiento: ¿el donante anónimo y el asesino eran la misma persona? ¿Fue Marina Ivanov víctima de una trampa para que el homicida consiguiera robar el Diamante? 

El Inspector nos acompañó hasta la puerta. Justo en el momento en el que nos íbamos a separar, me vi en la necesidad de hacerle una última pregunta.

“Inspector, la única forma de acceder al restaurante es por la puerta de cristal?”

Pharrell negó con la cabeza.

“Señor Middlebourn, el restaurante tiene una salida de emergencia alternativa”.