“¿Cómo se te ocurre entrar en el Ashmolean de madrugada y cotillearle la carpeta a Pharrell?”
Dominic entró en mi despacho mirándome asombrado.
“Buenos días Dom. Deduzco que Julia te acaba de poner al día…”
Mi mujer se había encargado de informarle sobre la nota de Jean Louis, el anillo, el hecho de que Marina no estuvo en París y la no relación entre el asesino y el amante anónimo.
“No doy crédito. Te vas a meter en un buen lío cuando Pharrell descubra que has revuelto el camerino y te has llevado una de las pruebas.”
“Solo me he llevado la nota firmada por Jean Louis Chevalier. El camerino no lo revolví yo. Un encapuchado entró después de mí y se encargó de ello.”
“¡Da igual! Vas a conseguir que te aparten del caso y te prohiban meter las narices en él. Empiezo a pensar que no ha sido una buena idea entrometernos… Estoy seguro de que nos causará problemas.”
“Dominic, eres libre de dejar de ayudarme. No te estoy obligando a colaborar.”
Dominic se sentó en el sillón de mi despacho y encendió un cigarrillo.
“Julia me ha contado que habéis encontrado una bala ensangrentada en la papelera del baño del cuarto piso…”
“Correcto. Junto a una pequeña bolsa con cocaína. Esta tarde hablaré con Pharrell. La bala que encontramos en la terraza fue colocada en la escena del crimen con un propósito que todavía desconocemos.”
Abrí un cajón del escritorio y saqué el objeto metálico.
“Estoy seguro de que ESTA es la bala que perforó el cráneo de Marina Ivanov”.
La pantalla de mi ordenador se iluminó anunciando la llegada de un correo electrónico. Era del Inspector Pharrell.
“Don Octavio, necesito reunirme con usted URGENTEMENTE. El departamento de balística ha elaborado un informe que debemos comentar cuanto antes. Además, esta madrugada alguien ha entrado en el camerino de Marina Ivanov y ha robado las cartas del amante anónimo. Estaré en su despacho a las 5 en punto.”
Cerré el buzón y me dirigí a Dominic.
“El departamento de balística confirmará nuestra hipótesis… Estoy convencido de que la bala encontrada en la terraza del restaurante nunca fue disparada”.
“¿Y cómo le explicaremos a Pharrell tu excursión nocturna al museo?”
“De momento debemos mantenerlo en secreto hasta que atemos algún cabo más. No me está gustando el modo en el que la policía está investigando el caso.”
________
Eran las 5 y cuarto cuando Julia entró en mi despacho anunciando la llegada del inspector de policía.
Pharrell irrumpió en la habitación con cara de pocos amigos sujetando su carpeta.
“Tome asiento, inspector. El señor Blackwell y yo estamos ansioso por oir lo que nos tiene que contar”
El hombre se sentó junto a Dominic y abrió su carpeta. Extrajo de ella un taco de folios y los esparció por la mesa. Además de documentos escritos, había fotografías de la bala y del orificio en el cráneo de la joven asesinada.
“Caballeros, el misterio continúa. El departamento de balística me ha enviado esta mañana el resultado del análisis de la bala encontrada.”
Le hice una señal para que prosiguiera.
“La bala que encontramos en la terraza del Ashmolean no fue la que causó la muerte de Marina Ivanov”
Miré a Dominic con una mirada de complicidad. Habíamos dado en el clavo.
“La bala no tiene restos del ADN de Ivanov. Además, el diámetro del orificio del cráneo es demasiado grande como para que un proyectil de ese calibre lo provocara. Por lo tanto, el asesino nos ha engañado una vez más.”
“¿Y cuál piensa que fue el objetivo del asesino al dejar una bala falsa en la escena del crimen?”
“Desde luego hacernos pensar que el asesinato se cometió de una forma diferente, con un arma mucho más poderosa que un simple revolver. Fue muy torpe al subestimar las investigaciones de la policía de Oxford”
Pharrell subió la barbilla orgulloso.
“¿Entonces debemos desterrar la hipótesis de que el asesino disparó desde el restaurante?”
“No podemos desterrar ninguna hipótesis, Don Octavio. Además, es imposible que el asesino disparara desde otro lugar que no fuera el restaurante. El lugar está aislado y todos sabemos que la joven cayó a la explanada debido al impacto de la bala.”
Pharrell recogió todos los documentos y los volvió a guardar en su carpeta.
“Por otro lado, y como le adelanté en mi correo, las cartas del amante anónimo de Marina han sido robadas esta misma noche. Alguien entró en su camerino y lo revolvió. Además, también ha desaparecido…”
Pharrell detuvo su discurso y cerró los ojos. Había metido la pata.
“¿Qué más ha desaparecido, Inspector Pharrell?”
“Bueno Don Octavio, lo cierto es que no le había hablado antes de la existencia de una nota dirigida a la señorita Ivanov.”
El inspector nos contó que en su carpeta guardaba la alianza envuelta en la nota firmada por Jean Louis Chevalier. Dominic y yo disimulamos gesticulando y expresando una falsa sorpresa.
“¿Por qué no nos informó antes, Pharrell?”
“No debemos dirigir todas nuestras sospechas a Jean Louis Chevalier, señor alcalde. No quería que este hecho nos cegara en la investigación.”
“En ese caso comprendo su posición. Yo también necesito compartir con usted un nuevo dato.”
Pharrell me miró con atención.
“Debemos tirar a la basura la teoría de que el donante/amante anónimo sea el asesino. Marina Ivanov no ha pisado París desde el año pasado. Las cartas no iban dirigidas a ella. Alguien las escondió en su camerino y se ha encargado de recuperarlas la pasada noche.”
El gesto de Pharrell se iluminó.
“Don Octavio, es usted un genio. ¡Solo nos falta despejar la “x” y encontrar al verdadero destinatario de las cartas!”
“Señor Pharrell, en este caso se trata de una simple ecuación de primer grado. Las cartas anónimas iban dirigidas a la gran Valentina Cinquemani.”
_______
Dominic, Pharrel y yo nos detuvimos en la puerta del Randolph Hotel.
“Recuerden, no debemos preguntarle por las cartas anónimas de sopetón o volverá a abandonar la sala. Sean cuidadosos con sus cuestiones, caballeros.”
Mientras entrábamos en el edificio, recordé la conversación con Pharrell media hora antes.
“Inspector Pharrell, ¿no le parece evidente? Las cartas estaban dirigidas a una mujer. La relación debía mantenerse en secreto y las únicas mujeres autorizadas para entrar en el camerino de Marina Ivanov eran Valentina y Francesca Cinquemani. La hija no tiene ningún compromiso amoroso, por lo que sería ridículo que tuviera que mantener en secreto un noviazgo. Por el contrario, su madre Valentina se separó hace un mes de Marco Lambrini, el conocido político italiano. Apuesto mi mano derecha a que la intromisión de un tercero en su relación provocó el divorcio. Valentina sabía que la policía había encontrado las misivas y se encargó de destruirlas para evitar un escándalo por infidelidad. Por esto envió a alguien -el encapuchado que se cruzó con Julia- para recuperar los sobres”.
Cruzamos el hall. Filipo Randolph estaba situado detrás del mostrador de la recepción. Levantó la cabeza y nos saludó con la mano cuando nos vio.
“La señora Cinquemani les espera en la suite presidencial número 3. Suban en el ascensor que se encuentra junto a la entrada del salón victoriano.”
Me fijé en el bolsillo de su chaqueta. No llevaba pañuelo como el día anterior.
Filipo me miró fijamente y puso una mueca de extrañeza.
“¿Le gusta mi traje, señor alcalde? Le puedo dar la tarjeta de mi sastre.”
Filipo Randolph tenía una lengua sibilina y presumía por ser el rey del sarcasmo.
“Lo cierto es que su traje me parece demasiado llamativo para un alcalde.”
Abandonamos la recepción y llamamos al ascensor. El joven camarero pelirrojo se encontraba en la puerta del salón victoriano. En cuanto nos vio aparecer, me miró nervioso y se escapó por unas escaleras.
Sonó una campanilla y las puertas del ascensor se abrieron. Simon Adams, el decano de la Universidad de Oxford se encontraba en el elevador.
“¡Qué alegría volver a verles, caballeros! Vengo de la suite de Valentina, debía expresarle mi apoyo en nombre de la universidad.”
El decano escondía algo.
“Buenas tardes Simon, no sabía que la señora Cinquemani y usted se conocían.”
“La verdad es que no nos conocíamos, bueno, nos vimos en el cóctel antes del terrible suceso… Ya saben.”
Simon Adams salió del ascensor.
“Lo siento muchísimo, pero debo irme. Tengo una entrevista en la universidad y no debo llegar tarde. Suerte con el caso. Buenas tardes.”
Simon Adams salió del Randolph apresuradamente y se metió en un coche oscuro que le esperaba en Beaumont Street.
El ascensor se detuvo en el último piso del edificio y se abrieron sus puertas lentamente. Nos encontrábamos en un pasillo iluminado con lámparas decimonónicas y tapizado con una gran alfombra verde. Avanzamos por el pasillo hasta encontrar la suite presidencial número 3.
No hizo falta llamar, la puerta blanca de la estancia se abrió. Un hombre alto, rubio y de facciones afiladas nos recibió.
“Soy Jean Louis Chevalier. No sé cómo agradecerles lo que están haciendo para resolver el caso. Marina no descansará en paz hasta que se descubra la verdad.”
El hombre rubio se derrumbó antes de que pudiéramos responderle. Dominic, Pharrell y yo estábamos perplejos y no supimos cómo actuar.
Jean Louis Chevalier era nuestro principal sospechoso y no esperábamos su presencia en la suite de Valentina Cinquemani.
El francés pareció recuperarse un poco y nos invitó a que pasáramos a la suite.
“Valentina está en su dormitorio preparándose. Tomen asiento en el salón.”
Jean Louis nos señaló un sofá de terciopelo púrpura situado debajo de un gran ventanal con forma apuntada. Se podía disfrutar de una preciosa vista del Ashmolean Museum y de Beaumont Street.
Jean Louis volvió a dirigirse a nosotros.
“Discúlpenme, pero necesito retirarme a mi habitación. Ha sido un día muy duro.”
El joven se despidió y cerró la puerta de la suite.
Me levanté para volver a disfrutar de la vista. Desde allí se podía ver la explanada del museo y la terraza del restaurante. La policía científica ya había abandonado el museo, pero este seguiría cerrado hasta la semana siguiente.
De repente, la puerta del museo comenzó a girar y un encapuchado cruzó la explanada para luego desaparecer por la puerta oeste. Le seguí con la mirada. Cruzó Beaumont Street y se reunió con una mujer, a la que le entregó un paquete. Ambos se besaron y el encapuchado corrió hacia el centro de la ciudad.
La mujer se giró y guardó el pequeño paquete en el bolsillo de su gabardina.
Era Francesca, la pequeña delincuente de la familia Cinquemani.
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