domingo, 18 de mayo de 2014

Cap. I: CÓCTEL SANGRIENTO

Creo que la mejor forma de comenzar esta rocambolesca historia es presentándome. Mi nombre es Octavio Middlebourn, y soy el alcalde de una de las ciudades más emblemáticas de Gran Bretaña, Oxford. Me considero uno de los mejores alcaldes que ha tenido la ciudad en los últimos años, y no puedo estar más orgulloso de serlo. Quizás la razón de este triunfo se deba al amor que le tengo a sus calles, sus edificios centenarios, el ambiente universitario que se respira en cada rincón o las curiosas tradiciones que han quedado fosilizadas a lo largo de los años.
También me apasionan los libros, por eso soy un cliente habitual en Blackwell’s -la librería más importante de Oxford-. Tres veces por semana me acerco a tomar el té con mi viejo amigo Dominic Blackwell - el actual propietario del imperio Blackwell - y charlamos durante varias horas en su oficina comentando no solo los clásicos, también las nuevas publicaciones y best-sellers. Estas reuniones  suelen provocar el enfado de nuestras respectivas mujeres, pero en realidad saben muy bien lo importante que es para nosotros algo tan simple como un libro en nuestra mesilla de noche.

Conozco a mi mujer, Julia Middlebourn, desde que éramos niños. Creo que llevo enamorado de ella desde que tengo uso de razón. Trabaja conmigo de secretaria desde que llegué a la alcaldía, y aunque sus conocimientos sobre política o derecho son nulos, siempre me aconseja y me da ideas para mejorar la vida de los ciudadanos de Oxford. El principal defecto de mi querida esposa es su falta de personalidad y su preocupación por el “qué dirán”, sin embargo en los últimos años se ha convertido en una de las mujeres más apreciadas y populares en la ciudad gracias a los eventos solidarios que organiza cada mes. The Oxford Times le ha reservado una columna semanal en la que narra la ajetreada y curiosa vida de “la Primera Dama” de Oxford, algo que no me puede dar más vergüenza. Pero ella es feliz con su trabajo, por lo tanto yo también lo soy.
Pero la tranquilidad que caracterizaba a mi oficio de “primer ciudadano de Oxford” se vería perturbada por una serie de escabrosos acontecimientos que tendrían lugar el mes de noviembre de hace un par de años.
Aquella mañana, Julia irrumpió en mi despacho sosteniendo dos sobres dorados.

“¡Octavio, acaban de llegar las invitaciones para la ceremonia de apertura de la Oxford Fashion Week! Este año se celebrará en el Ashmolean Museum. Han tirado la casa por la ventana y, ¿sabes qué famosa firma viene a presentar su nueva colección? ¡CINQUEMANI! ”.

Sin apartar la vista del papeleo de mi escritorio, le respondí:
“A-pa-sio-nan-te”.
“Qué rancio eres. La mismísima Valentina Cinquemani y su hija Francesca viajarán a la ciudad de la que eres alcalde y ni te inmutas. Además, se rumorea que Marina Ivanov, la famosísima top model, abrirá el desfile”.

“La verdad es que el Ashmolean es el lugar perfecto para exponer momias escuálidas…” 
“La moda también es arte, Octavio, A-R-T-E. Venga, termina tu trabajo y saca del armario el smoking. Eres el alcalde y tienes que leer el discurso de apertura agradeciendo a la familia Cinquemani su presencia en Oxford. No te preocupes, ya te lo he escrito yo. He leído que la aportación millonaria de un anónimo ha permitido que Valentina eligiera Oxford, y en concreto el Ashmolean Museum, para presentar su trabajo.”

“¿A quién se le ocurre gastar un millón de libras en algo así?”

“No lo sé cariño. Pero piensa en la buena publicidad que supondrá para la ciudad. Tal vez en un futuro no muy lejano Oxford sea una de esas capitales de la moda… ¡Como París o Milán!  Vamos, deja el papeleo y vístete. El coche vendrá a recogernos a las 8. El museo va a recibir a las personalidades más célebres no solo de la ciudad, ¡también del país! ¿No es apasionante?” 

Julia abandonó el despacho dando saltitos y cerró la puerta. Me quedé pensando en la generosa aportación del ciudadano anónimo que permitió que un evento de tal envergadura se celebrara en la Oxford Fashion Week, destinada a humildes diseñadores locales. Suspiré, cogí el teléfono y llamé a mi querido amigo Dominic.

“Dime que tienes invitación para el cóctel de esta noche en el Ashmolean”.

“Por supuesto, me ha llegado esta mañana. Cinquemani abrirá el evento con su nueva colección. ¡Toda una celebridad!” -Dominic también parecía entusiasmado-.

“¿Soy la única persona en esta ciudad que no sabía nada de Cinquemani hasta esta mañana?”

“Amigo, ¿acaso no lees los periódicos? Valentina Cinquemani se encuentra en el Top 10 de las celebridades más influyentes del planeta según Forbes. Recientemente, su hija Francesca agredió a un paparazzi en Nueva York y escapó de la policía en limusina.”

“Ugh, la upper class. ¿Y se supone que tengo que elogiar y agradecer en mi discurso a estas señoritas?”

“También estará Marina Ivanov, esta modelo rusa tan solicitada por las grandes firmas. Tómatelo con humor, Octavio. Lees el discurso, posas en el photocall con tu mujer, nos tomamos un gintonic y vuelves a casa. Será divertido.”

______

El coche nos recogió a Julia y a mi en la puerta de nuestra casa en Carfax a las 8 de la tarde. Mientras Julia parloteaba con el conductor sobre la gente tan importante que asistiría al evento, yo repasaba el discurso que había escrito mi mujer esa mañana. 

“¿De verdad tengo que decir esto en público?”
“Octavio, no empecemos así la noche. Vas a impresionarles a todos”. 

Mi mujer me ajustó la pajarita y me atusó el bigote. 

“Eres todo un gentleman, parece mentira lo bien que te conservas a tus 60”
“Julia, todavía tengo 55”
“Da igual, estás guapíiiiiiiiisimo” .

El coche se detuvo en Beaumont Street, justo enfrente del Ashmolean. La fachada principal, iluminada aquella noche con luces azules y violetas, imitaba el estilo de un gran templo grecorromano. 





Una gran alfombra roja cubría la explanada principal del museo, y los fotógrafos y periodistas se amontonaban tras unos cordones de seguridad. 

“Ahora sonríe y contesta a las preguntas de los periodistas. Más te vale mostrar interés por el evento, Octavio”.

Cruzamos la alfombra roja mientras los flashes me cegaban. La situación me abrumó bastante, sin embargo Julia parecía estar viviendo la mejor experiencia de su vida.

“Te veo más emocionada que el día de nuestra boda” - mascullé entre dientes mientras una sonrisa falsa se dibujaba en mi cara-.
“No seas tontorrón. Ahora pasaremos al photocall. Mete barriga, porque estas fotos saldrán en el Hello”.

Mientras avanzábamos por la alfombra roja, reconocí la voz del famoso presentador de la BBC, Gary Newman, anunciando nuestra entrada en el evento.

“Damas y caballeros, el matrimonio Middlebourn acaba de aterrizar en la OFW! Fíjense en el elegante vestido que lleva nuestra queridísima “Primera Dama”, nos contará la semana que viene en el Oxford Times dónde lo adquirió?”

Julia lanzó un beso al joven presentador y nos acercamos a responder las preguntas de la prensa. 

“Señor alcalde, ¿qué efecto cree que tendrá este evento en la ciudad de Oxford?”
“Mr. Middlebourn, para la BBC, ¿conoce al autor de la donación anónima a la OFW?”
“¡Mrs. Middlebourn! ¡Mire a cámara! Está fabulosa”

Empecé a sudar y me apresuré a entrar en el museo. Nunca se me habían dado bien las ruedas de prensa o los comunicados oficiales, y menos cuando se trataba de un evento que nada tenía que ver con mi trabajo en política.

Posamos en el photocall y metí barriga, tal y como me había recomendado mi mujer. Un camarero nos ofreció un canapé y una copa de champagne. La conocida “Galería de las Estatuas”, una de las más representativas del museo había sido el lugar elegido para situar la pasarela en la que las modelos de Cinquemani desfilarían. Dominic y su mujer Victoria aparecieron entre la multitud y juntos nos sentamos en la primera fila para disfrutar del desfile. 
Dominic señaló discretamente a una joven sentada en el otro lado de la pasarela. Era extremadamente delgada y llevaba su cabello rubio recogido en un gran moño. Llevaba tanta sombra de ojos que no pude evitar imaginármela como un oso panda anoréxico. Deduje que era la  heredera Cinquemani, Francesca.

“Conque esa es la pequeña delincuente, ¿eh?”
Dominic soltó una carcajada y seguidamente una voz profunda nos llamó por nuestros nombres de pila.

“¡Octavio! ¡Dominic!”

Nos dimos la vuelta y nos encontramos con un hombre de gran estatura. Llevaba traje gris y en la solapa de su chaqueta, el emblema de la Universidad de Oxford brillaba con la luz de los focos.  Se trataba de Simon Adams, el decano de la Universidad.

“Qué alegría veros, queridos amigos. ¿No os parece que este evento es una gran oportunidad para recordar a Oxford no solo por su Universidad?” - Dominic y yo percibimos una clara ironía en sus palabras.- “No puedo esperar a saludar a la importantísima Valentina Cinquemani tras el desfile”.

No nos dio tiempo a responderle. Las luces se apagaron y la larga pasarela se iluminó. Al fondo, en una gigantesca pantalla, una cuenta atrás anunciaba el inminente comienzo del acto. De pronto, el logotipo de la firma inundó la pantalla y una moderna música electrónica envolvió la galería. La pantalla se abrió por la mitad dejando escapar una gran cantidad de humo blanco.


Una impresionante mujer apareció entre el vapor. Caminaba con maestría deslizándose por la pasarela siguiendo perfectamente el ritmo del zumbido electrónico. En las pantallas de la galería apareció una frase escrita con letras plateadas: “CINQUEMANI GOES MARINA IVANOV”. La multitud comenzó a aplaudir y murmuraban el nombre de la top model rusa.

“Marina Ivanov es impresionante, mira qué piernas”
“Es imposible que pueda caminar tan bien con esos zancos”
“Mira sus ojos, creo que me acabo de enamorar”

Todo el público parecía estar entusiasmado. Busqué con la mirada a Francesca Cinquemani y descubrí una mueca de odio en su cara mientras miraba a Marina trotar por el escenario. Ese gesto de la heredera supondría una pista clave para los hechos que ocurrirían horas más tarde.

Julia me dio un codazo y me susurró al oído: “Fíjate en la tercera fila empezando por arriba. En el centro está la familia Lancaster”. Reconocí perfectamente a Angela Lancaster, la mujer más rica de Oxford. Llevaba un enorme tocado y un chaquetón de piel. A su lado se encontraba su marido Gregory Lancaster, que seguía el desfile atentamente. Junto a su padre, Charles Lancaster, de 19 años, miraba su smartphone sin atender al paso de la modelo. Charles estudiaba en la Universidad de Oxford y era el campeón de criquet de la ciudad por quinto año consecutivo. 

“Ese niñato se merece una buena bofetada” -puntualizó mi mujer- “En vez de comportarse y dar buena imagen, no para de mirar a la maquinita”. 

Tras el desfile de más de cincuenta modelos, la gran pantalla volvió a abrirse para recibir a la segunda estrella de la noche, la diseñadora y empresaria Valentina Cinquemani. La mujer, de unos 50 años, desfiló como una de las otras modelos luciendo su rostro operadísimo y liso. La diseñadora llevaba su largo y brillante cabello negro azabache suelto, y haciendo un par de reverencias al final de la pasarela, se esfumó entre el humo procedente del backstage.

_______

Cuando salimos a la explanada del museo tras el desfile, descubrimos que la alfombra roja había desaparecido para situar un pequeño escenario con un atril. Supuse que tendría que leer el discurso desde aquel lugar. Además, habían situado numerosas barras con camareros para servir bebidas a los invitados. La mayoría de los fotógrafos habían desaparecido, lo que provocó que estuviera más relajado. 

“Señor alcalde, ¿le importaría posar para el Oxford Times?”
El joven que se escondía tras la gigantesca cámara de fotos era Moritz Henz. Trabajaba con Julia en el periódico, por eso nos conocíamos.
“Más te vale sacarme bien Moritz, o a mi mujer le dará un parraque” 
Nos reimos y Julia se dio la vuelta para mirarme con mala cara.
Metí barriga una vez más y me preparé para la foto. 
“Creo que es mejor que se sitúe en la otra dirección, para que aparezca el Randolph de fondo”.
Nos cambiamos de posición y saltó el flash.
El Randolph Hotel era el más famoso y lujoso de la ciudad. Su estilo arquitectónico era conocido como “Gótico-Victoriano”. Se encontraba en la acera contraria al Ashmolean, así que supuse que todo el equipo de Cinquemani se estaría alojando allí. 
En ese preciso momento, la multitud se disolvió para abrir paso a Filipo Randolph, el director del famoso hotel. Lucía un traje de tres piezas a medida y un handkerchief blanco en el bolsillo de la chaqueta. Los flashes comenzaron a saltar mientras el millonario empresario se acercaba a la barra a pedir un Martini. 

“No vi a Filipo en el desfile” -comentó Dominic.
“Estaría escondido tras el gran sombrero de Mrs. Lancaster” -contesté bromeando.

Un miembro de la organización me dirigió hacia el palco en el que tendría que dar el discurso. En mi camino, me tropecé con Francesca Cinquemani y un joven alto y rubio. Parecía que estaban discutiendo debido a la expresión en la cara de ella.

“… esa asquerosa”
“Sé más discreta, Francesca. No le estropees la noche a tu madre.”

Continué mi camino hacia el escenario y cuando llegué al atril, toda la multitud comenzó a aplaudir. Un foco de luz blanca apuntó estratégicamente al atril. Saqué del bolsillo el sobre que había preparado mi mujer con el discurso y busqué entre la multitud a Valentina Cinquemani. Se encontraba en la primera fila junto a Filipo Randolph, sosteniendo una copa de Martini. Me llamó la atención el temblor de su mano. Era tan exagerado que Filipo tuvo que sostenerle la copa para que no se derramara la bebida. La miré confuso y ella apartó la mirada. 

Carraspeé y me acerqué al micrófono. La gente dejó de aplaudir y las primeras palabras brotaron de mi boca:

“Queridos compañeros…”

No me dio tiempo a continuar. Desde el tejado del Ashmolean un cuerpo envuelto en una tela roja vaporosa impactó en medio de la explanada, provocando un gran estruendo. La multitud comenzó a gritar horrorizada y se arremolinó alrededor del cadáver.

“¡ES MARINA IVANOV! ¡ESTÁ MUERTA!

La bella modelo descansaba en la explanada del museo boca arriba con el rostro desfigurado y un profundo agujero en su frente.

“Le han disparado”.

1 comentario:

  1. Eres un crack, primer capítulo leído y me temo que me los zampo todos esta tarde

    ResponderEliminar